Cuando el objetivo de unas vacaciones es descansar, no hay mejor destino que uno apartado de la ciudad, el ruido y la contaminación. Una localidad poco habitada, pero con la infraestructura adecuada para el confort: eso es Badaguás.
El enclave aragonés, a 1.041 metros de altitud, en la solana de la sierra de la Contienda de la comarca de Jacetenia, apenas sumaba en 2017 una población de 75 personas, después de quedar totalmente deshabitada a mediados del siglo XX, tras desplomarse la economía.
Espectaculares vistas, silencio profundo, aire puro, contacto total con la naturaleza. Las características de este poblado de la provincia aragonesa de Huesca dan para un desencuentro total con la agitada vida diaria de las grandes urbes.
La tranquilidad y desolación de Badaguás no son sinómino de incomodidad o malos ratos para el visitante. Una nueva y moderna infraestructura turística se ha instalado para ofrecer el descanso buscado por los españoles.
Siempre en contacto con la naturaleza, hay spa, paseos en bicicleta y un campo de golf, que se une a la oferta de las estaciones de esquí en el Pirineo aragonés.
Con una población que vivía de la ganadería ovina, Badaguás nunca tuvo una población multitudinaria. Creció alrededor del monasterio de San Juan de la Peña, que se mantiene hoy, con casas de familias, que en 1495 eran seis.
En el siglo XVIII se registraron siete casas abiertas, y en 1845 hay evidencias de que se habían duplicado, alcanzando una población de 80 habitantes. A inicios de 1900 eran nueve casas y 62 personas y para 1960, después de la reforestación estatal que acabó con el pasto para las cabras, habitaban 34 personas. Al poco tiempo ya no había nadie.
Pero en Badaguás el descanso se puede mezclar con un poco de arquitectura barroca española. En el centro histórico del enclave no solo se mantienen en pie residencias de la época, sino también la iglesia parroquial de San Bartolomé, con su campanario de piedra y mampostería que muchas veces avisó a los pobladores que era la hora de la comida o de volver a casa.
En el mismo circuito está la ermita de la Purísima Concepción, más antigua y de estilo gótico, que ha sufrido algunas modificaciones modernas.
El abandono del pueblo de Badaguás en la segunda mitad del siglo pasado fue una especie de barrera a la modernización que nunca llegó. Eso mantuvo intacta la arquitectura doméstica que, pese al deterioro, es una vitrina de las costumbres del Campo de Jaca, con fachadas blanquecinas y chimeneas de piedra toba.
Un descanso con todas las comodidades de la ciudad, pero en medio del silencio y la nada es ideal para despejar la mente, pero un enclave solitario y escasamente poblado en un hotel en el Pirineo aragonés también es una oportunidad para conocer más del arte y la arquitectura de Aragón de hace unos cuantos años.